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sábado, 30 de abril de 2011

Kate moss para Basement

La modelo inglesa, ícono de la cultura popular británica y trendsetter a nivel mundial, protagonizará la próxima campaña otoño-invierno de Basement, la marca que se vende de forma exclusiva en Falabella. La publicidad, que cuenta la historia de amor cotidiana de una pareja especial, propone una mezcla de realidad y fantasía, del amor con el juego y la razón con el absurdo. Para Ti viajó a Londres y fue testigo de esta historia llena de pasión y sorpresa.

Fuera de lo común. Así es el hombre que está leyendo el diario en ese increíble loft de Londres. Es un adonis, un ideal en su versión siglo XXI, enfundado en un look de Christian Dior de pies a… cabeza. Y es justamente en la cabeza donde está lo extraordinario de este ser tan sofisticado. Porque ¡tiene cabeza de conejo! Con un pelaje blanco y cuidado al extremo, el hombre-conejo es protagonista del nuevo comercial de Basement, la marca que se vende de forma exclusiva en Falabella. Sin embargo, el hombre-conejo no es el único que participa en la campaña otoño-invierno 2011. La gran estrella es Kate Moss. La modelo inglesa fue convocada para llevar adelante la particular historia de amor de una pareja elegante, moderna y, por cierto, muy especial. “Queríamos mostrar una situación normal de una pareja cotidiana. Pero, a diferencia de otras campañas, buscábamos hacer algo de vanguardia. Se nos ocurrió crear un personaje que no fuera común y corriente, y así surgió la idea del conejo”, explica a Para Ti Tomás Dittborn, director de Dittborn & Unzuetta, la agencia de publicidad regional que se encarga de las campañas institucionales de Falabella y que gestó esta original trama, “una mezcla de sueño con la realidad, de amor con el juego y de la razón con el absurdo”, según dice. Rodeado de cámaras, cables, luces y gente que habla en español, francés e inglés y que va y viene por el loft donde se filma este comercial cuya cifra en euros lleva varios ceros, Dittborn agrega que “la figura del conejo es importante tanto desde la literatura como desde lo psicológico. Si bien es un personaje extraño y seductor, es querible y está asociado a la suerte. Y lo más importante es que Kate Moss aprobó nuestra idea ni bien recibió el guion”. No es la primera vez que la top participa en un comercial para Basement, de Falabella. Moss y Basement debutaron juntas el año pasado, para la campaña primavera- verano. Filmada también en Londres, la publicidad –que no llegó a ser exhibida en la Argentina, aunque sí se la pudo ver en Chile, Perú y Colombia, tres de los cuatro países donde está Falabella– mostraba a una Moss con flequillo y mucho más rubia, un look diferente al que lleva ahora. “La imagen de Moss es muy fuerte. Es un ícono de moda y belleza a nivel mundial. Representa a una mujer real que, en más de veinte años de carrera, ha sabido reinventarse y mantenerse siempre vigente. Tiene personalidad e impone tendencia. Para Basement, ella es un álter ego de la feminidad del siglo XXI”, asegura Gabriela Tramonti, gerente de marketing de Falabella Argentina, tratando de no perderse ni un segundo de esta filmación de lujo. La publicidad estará en el aire a partir de los primeros días de abril y esta vez los argentinos sí tendremos la posibilidad de ver a la celebrity inglesa, leyenda viviente del mundo de la moda, en todo su esplendor.
LA DAMA DE LA LEYENDA. “Dentro de cinco minutos llega la dama”, anuncia Louis Bronsard, productor ejecutivo del comercial y nexo entre Chile e Inglaterra, en alguno de los tantos idiomas que habla. La dama, claro está, es Kate Moss. Es miércoles 16 de marzo y son las 10.30 de un día bien londinense: frío y nubladísimo. Moss lleva 30 minutos de atraso, una demora insignificante cuando de celebrities se trata. “Viene de West London y tal vez haya mucho tránsito”, explica Bronsard. En Leonard Street, una calle ubicada un poco más allá de los barrios de Barbican y Clerkenwell, se ha instalado la unit base, el centro de operaciones del equipo de producción. En el estacionamiento hay cuatro motorhomes “de película”: uno, para el catering; otro, como búnker para los productores cinematográficos y paramédicos; otro donde se instalaron todas las propuestas de cambio que Basement trajo desde Latinoamérica, exclusivamente para el rodaje (ver recuadro); y, finalmente, el motorhome de KM, o sea Kate Moss, o sea la dama que justo a las 10.30 aparece en escena para dar comienzo a una jornada de trabajo perfectamente cronometrada, que durará poco más de ocho horas. Vestida toda de negro –pantalón chupín, cinturón ancho, blazer y anteojos grandes– Moss se sumergirá en su motorhome por tres horas, tiempo estipulado para maquillarse y peinarse no sin antes saludar a todos con besos y una sonrisa colgada en su cara, una de las más preciadas del fashion. El gesto amable va en contra de todas las fantasías que cualquiera pueda tener sobre ella. Es que durante años el nombre de Moss –que nació como Katherine Ann Moss en Surrey, Gran Bretaña, el 16 de enero de 1974– estuvo tan ligado al éxito como a los escándalos. Tal como cuenta la historia que ya muchos saben, la chica fue descubierta en un aeropuerto por Sarah Douglas, la fundadora de Storm, la agencia de modelos para la cual continúa trabajando hasta el día de hoy.
Corrían los ‘90 y Kate se convertía en una supermodelo de la mano de Calvin Klein. Tenía sólo 14 años. No fue tanto su edad sino su extrema delgadez lo que la puso en el candelero. Los medios no paraban de hablar de su supuesta anorexia y la acusaban de promover ese look enfermizo. Su fama de chica rebelde, caprichosa, impuntual, malhumorada y explosiva también había llegado a nuestro país, donde Moss desembarcó convocada para un desfile organizado por L’Oréal, en las escalinatas de la facultad de Derecho. La visita a Buenos Aires –que dio lugar a una entrevista exclusiva con la revista Para Ti, en una edición en la que se convirtió en nuestra tapa– tuvo lugar un año después de su internación en The Priory, la clínica de Londres especializada en rehabilitar víctimas de estrés, drogas, alcohol y enfermedades psicológicas. Es que si algo ha aprendido Moss a lo largo de más de veinte años de carrera, es a resucitar como el ave fénix. Porque incluso a pesar de aquel incidente de 2005, cuando los medios publicaron fotos suyas inhalando cocaína con el rockero Pete Doherty –su novio por entonces–, ella ha sabido sortear a las mil maravillas los obstáculos para que su carrera y su vida privada se encaminaran. Con los años, Moss se ha vuelto más precavida con los medios de comunicación: casi no da entrevistas y si puede exige saber con antelación lo que se publicará. El marco de la filmación del comercial no será la excepción: nada de preguntas sobre su casamiento con el rockero Jamie Hince (será el próximo 2 de julio), nada sobre su amigo John Galliano, nada sobre el desfile de Louis Vuitton en la semana de la moda de París, donde apareció fumando un cigarrillo. Con respecto a su carrera, hay que decir que todo lo que ha tocado últimamente se ha convertido en oro. No sólo no para de firmar contratos millonarios para ser imagen de las grandes marcas, sino que además ha decidido explotar su know-how como trendsetter en diferentes asociaciones por demás exitosas. Su alianza, en 2008, con Topshop para lanzar una línea con su nombre hizo crecer las ventas de forma astronómica. Después de cinco años de ser imagen de Longchamp, la marca de carteras y bolsos le propuso que diseñara una colección propia. Ni bien se lanzaron, it-bags se convirtieron en un hit: desde entonces, la compañía tuvo un incremento del 23% en sus ventas. Inspiradas en la casa que su amigo, el fotógrafo Mario Testino, tiene en Perú, las tres líneas de bolsos que componen Faraway, su flamante creación, tienen belleza, son chic y súper cool, el sello que Moss, hoy muy cerca de los 40 años, ostenta invicta desde los ‘90. Ella es, desde 1993, una de las mujeres más lindas del mundo, según la revista People. La revista Time revalidó su título en 2007, cuando la nombró como una de las 100 modelos que más influyeron en la historia gracias a que su cara y su estilo no pasan de moda. El año pasado, luego de lanzar su perfume Vintage Muse, Vogue la consideró la mejor vestida de la década. Y sí, hay que decirlo: es flaca, flaquísima, pero de anoréxica, nada. Ahora que ya pasó el mediodía en Londres y la filmación del comercial de Basement va viento en popa, Moss se detiene unos minutos frente al motorhome donde está instalado el catering y pide (“Por favor” y con una sonrisa) un omelette de queso, tomate y chilli. Almuerza y, sin que el frío parezca afectarla en lo más mínimo, hace otro cambio de ropa y ya está lista para dar lo mejor de sí a las cámaras.



ESTRELLA DE LA BUENA SUERTE. Martín Romanella sabe de constelaciones, tarots y horóscopos. El director y escritor argentino, responsable del comercial para televisión de Basement, tiene en claro que éste es el año del Conejo en el Horóscopo Chino. ”El conejo está relacionado con la magia, la sorpresa y la ternura; pero también con la calidez y la pasión”, dice él, durante uno de los cortes. En jeans y zapatillas y con un sobretodo verde con el que intenta combatir el frío que se mete por cada una de las puertas hasta el techo de ese departamento tan moderno como millonario (se dice en los pasillos que el inmueble, ubicado en un quinto piso de Cleve St, una zona cotizada de Londres, valdría cerca de 4 millones de libras), Romanella –productor de musicales, películas y cortos varias veces premiados en festivales internacionales–, chequea lo filmado hasta el momento. Está satisfecho. “Trabajar con Kate es un lujo. Ella tiene una gran versatilidad y es extremadamente profesional. Conoce bien cuáles son los ángulos que más la favorecen. Ella te hace la vida más fácil, mucho más si se tiene en cuenta que para filmar el tiempo es acotado”, asegura a la vez que, detrás suyo, el equipo de producción cambia por completo la escenografía del lugar. Sentado en una silla de gran respaldo, el hombre-conejo espera que le transmitan las próximas instrucciones a través de un cable que instaló Artem, la empresa de animatronic que se encargó de realizar la máscara a pedido de Falabella. Mientras tanto, juega con una guitarra eléctrica y mueve sus pies, como improvisando un paso de baile sobre una música imaginaria. Quien interpreta al hombre-conejo no es cualquier actor: es Luke Fetherston, el bailarín que participó en el film Billy Elliot. “Elegirlo fue un plus. Cuando Kate se enteró de que se trataba de Fetherston, se enamoró aún más de nuestra propuesta. Varias veces nos comentó que estaba cansada de hacer siempre las mismas cosas. Nos contó que el guión de Basement era diferente, divertido, que iba más con su personalidad”, continúa Romanella. Kate está otra vez en el set. Lleva un nuevo cambio de ropa: una camisa negra transparente, una pollera de cuero negra y unos stilettos altísimos. Tras preguntarle a Fetherston, el hombre-conejo, cómo está debajo de la máscara, y luego de hacerle un comentario divertido a uno de los camarógrafos, se coloca en su lugar. El fotógrafo chileno, encargado de las tomas que se utilizarán para la campaña gráfica, aprovecha cada segundo que le dejan las cámaras de filmación. Kate tiene una maleabilidad camaleónica, un allure difícil de transmitir con palabras: se ha tratado siempre de un romance entre las cámaras y ella, frágil, seductora, transgresora y refinada. Son más de las 18 y el sol se está yendo de Londres. De repente, una seguidilla de canciones de los Rolling Stones invade el loft. You give me shelter, I can get no satisfaction, Simpathy for the devil. Sin rastros de cansancio, Kate las canta a todas. Baila. Silba. Alguien pide silencio. Se harán las últimas tomas de un día agitado. Kate se despertará en su cama de ese increíble loft de Londres donde el hombre-conejo estuvo leyendo el diario y, con su voz suave, dirá “Good luck”. Lo dirá tres veces, hasta que Romanella diga “Listo”, y todos los que están ahí ese miércoles 16 de marzo celebren el éxito con un aplauso sin fin.
Una colección que marca tendencia Un sacón camel y un vestido con apliques de plumas en la falda; un pantalón de cuero negro y un tapado camel; un vestido drapeado negro y una pollera negra con una blusa transparente, también negra. Todos estos equipos fueron los que la mismísima Kate Moss eligió para protagonizar el comercial que se verá a partir de abril. Y todos ellos pertenecen a la nueva colección otoño-invierno de Basement, la marca que se vende en forma exclusiva en Falabella. “Para esta temporada, Basement propone tres tendencias, todas ellas con una marcada inspiración en los ‘70”, adelanta María Pía Giménez, product manager de Falabella. Por un lado, una línea street-wear, pantalones de pata ancha, blusas con lazo, suéteres al cuerpo, minis de línea A, pantalones de montar con blazers a cuadros y maxi-cárdigans. Los abrigos serán una clave importante, junto con las capas y ponchos. Otra de las propuestas tiene que ver con un look entre bohemio y rockero; ahí sobresalen los vestidos y las túnicas con estampados étnicos; los chalecos y accesorios de piel, y los tejidos con trenzas y guardas. Encajes, puntillas, guipure sedas y gasas en estampados sutiles le dan el touch romántico que propone este otoño-invierno. Finalmente, está el british style, con un mix de texturas (como la pana y el corderoy) y estampas (los búlgaros y el estilo escocés); habrá, además, gran variedad de abrigos: desde suéteres gordos, hasta sacos de líneas rectas con reminiscencias militares. Los colores Basement para este invierno: desde el rosa, el beige y el aqua en tonos nude, pasando por el gris, marrón, maíz, verde inglés y naranja, pero sin olvidar el camel, que esta temporada hará furor.

Fuente: revista Para ti



jueves, 21 de octubre de 2010

MODA SIN GENERO

¿Un invento de la moda y el marketing o la realidad del nuevo siglo? Mujeres que se visten como hombres y hombres tan bellos como la más linda de las mujeres. Cuando las fronteras entre los géneros se esfuman, se rompe la convención masculino-femenino deviene la ambigüedad, la androginia... Palabras clave de una tendencia que irrumpe y genera polémicas.


Rosas, encajes, zapatos de taco con pulsera, pantalones marcando la cintura, suéteres que insinúan torsos, pieles, cigarrillos humeantes colgando al descuido, botas que trepan hasta la entrepierna. Las imágenes forman parte de Rive gauche et libre, una secuencia de 16 tomas que podrán verse en la edición de septiembre de Vogue Paris, pero que ya están dando que hablar en los sitios de Internet. Las imágenes son altamente sensuales y provocativas: no por las prendas fetiche que muestran –un rescate de la estética de los ‘50–, sino por los modelos elegidos.
La holandesa Daphne Groeneveld es la única mujer entre Andrej Pejic y Lea T, dos modelos sobre los que hoy el mundo fashion no para de hablar. El primero, el australiano y rubio Pejic, es el andrógino más buscado del momento: dueño de una sensualidad que recuerda a las de Briggitte Bardot, Cindy Crawford y Esther Cañadas, todas juntas. Causó sensación en París, donde se mostró la colección primavera verano 2011 de Jean Paul Gaultier y, horas más tarde, estuvo en la pasarela de John Galliano.
Lea T, por su parte, es el gran protagonista de la nueva campaña de Givenchy. De pelo largo, piel tostada y labios sugerentes, es el primer transexual devenido en supermodelo. La dupla de Pejic y Lea T, sugerida por la francesa Carine Roitfeld, reconocida por su olfato, es explosiva por donde se la mire. No hay revista o blog especializado en moda que, antes de que la revista salga a la calle, no esté hablando del ‘blender gender’ que ha provocado Roitfeld. Esto es: la mezcla de género que la moda está mostrando cada vez más.

No es la primera vez que los grandes diseñadores utilizan como recurso estético modelos poco convencionales, pero la vuelta de tuerca que estarían planteando estos primeros años del siglo XXI tienen que ver con la recuperación exacerbada del estilo Ziggy Stardust del primer David Bowie, o un retorno aggiornado al estilo Boy George, con una mezcla de la androginia que hizo famosa a la actriz Tilda Swinton y a la modelo Stella Tennant y que hoy reflotan algunas tribus urbanas. También hay un revival furioso de las prendas unisex, intercambiables para ambos sexos, un concepto ya usado por Cocó Chanel, Pierre Cardin, Yves Saint Laurent, Ted Lapidus, Giorgio Armani o Calvin Klein, entre otros.
Para muchos, esta nueva tendencia del mundo de la moda es otra estrategia de marketing. “El travestismo es atractivo porque juega con el equívoco: soy ‘esto’ pero también ‘esto otro’. Si bien es un modo de provocación, que una marca lo use como recurso supone un juego: se diferencia de las demás, se suma al equívoco, pero, además, sigue seduciendo. Hoy las agencias de modelos buscan los cuerpos rectos y longilíneos de los andróginos. Para las pasarelas, el cuerpo de estos modelos es ideal: les ponés cualquier cosa y les queda bien”, explica la socióloga especializada en moda y docente de la UADE, Vanesa Corvaro. “Aquel que crea que se trata sólo de recursos publicitarios y no de contenido está equivocado –advierte Marcelo Sorzana, director de Surreal Marketing & Publicity, empresa dedicada a imagen, comunicación y prensa de marcas del mundo de la moda–. Vender ropa es vender sociología, y el mundo que viene es andrógino”.
Sorzana, que también dicta clases en la Universidad de Palermo y es un estudioso de la astrología, se suma a los analistas que consideran que el advenimiento de la androginia tiene mucho que ver con “una cuestión energética” y con la llegada de la era de acuario, un signo andrógino. “La moda está fotografiando al mundo. Está mostrando que, a 20 años de la globalización, hay un movimiento en el cual todos se expresan emocionalmente, como sucedió en los ‘70. Esta es la psicodelia del siglo XXI e instaura un nuevo paradigma de convivencia de muchos mundos”, pronostica. Patricia Doria, diseñadora de indumentaria de la UBA y docente de la UP, coincide: “Considerada como comunicador social, lo que está haciendo la vestimenta hoy es reflejar los cambios que están sucediendo en la sociedad”.
La lista de ejemplos de los cambios sociales es amplia y puede suponer hechos tan disímiles como la apertura hacia el matrimonio igualitario, como la tematización de la bisexualidad, impulsada por la declaración de la actriz norteamericana Megan Fox, el cambio de sexo de la hija de Cher (hoy un hombre llamado Chastity Bono), hasta el asombro que genera ver a Shiloh Jolie-Pitt, la hija de 3 años de Angelina Jolie y Brad Pitt loqueada como un niñito. “Como los límites entre lo que hasta hace un tiempo se consideró lo femenino o lo masculino aún no están definidos en la sociedad, la pasarela se apropia de esta indefinición y juega con eso”, retoma Doria. Para Corvaro: “Hoy, al explotar la idea del simulacro, la confusión y el equívoco, la moda no hace más que exhibir una tendencia más clara hacia la libre opción, algo que tibiamente empezó en los ‘90 y que ahora se está democratizando”.

LA ERA DE LA AMBIGÜEDAD. “La primera vez que vi una foto suya, pensé: ¡qué belleza más exquisita tiene esta chica!”, posteó recientemente una fanática de la moda en su blog. El comentario iba para Andrej Pejic, el australiano de 18 años que, con su confuso, ha generado polémica en el mundo de la moda. “El tiene algo que atrapa. Es tan elegante, tan… lindo. Tal vez me guste tanto porque me recuerda la belleza femenina. Desde su pelo hasta su delicadeza. Creo que la moda, que aprecia lo que es poco convencional, nos está haciendo pensar sobre los desafíos a los tipos de normalidad”, apuntaba esta blogger.
Hay en este comentario algunos puntos interesantes a tener en cuenta y que tienen a la estética como reflexión inicial. La búsqueda estética es algo universal y ancestral y es el resultado hegemónico de los valores de un grupo humano. “Culturalmente, la decoración del cuerpo, la ornamentación, los accesorios y la vestimenta han estado determinados por el sexo; esto es, de acuerdo al género y a la apariencia esperada por cada individuo, dependiendo del sexo al que pertenecieran”, apunta Françoise Héritier, una reconocida antropóloga francesa en un texto publicado en 100.000 años de belleza (Ed. Gallimard), un megaproyecto que lanzó L’Oréal para celebrar su aniversario y que se cristalizó en cinco libros. “En el sistema de la indumentaria, el sexo se instala en el Medioevo, tras abandonar el vestido-túnica egipcio o romano, que unificaba los sexos. Mientras los hombres usaban el jubón y prendas ceñidas que marcaban las zonas erógenas simbolizando el poder masculino, las mujeres tenían ropajes que marcaban la cintura, pollerones y enagua. El cuerpo era algo fijo: el varón era varón; la mujer, mujer. Y el vestido acompañó marcando claramente la diferencia”, explica Corvaro.
Salvo en la época del hippismo, la moda femenina siempre se apropió de las tipologías masculinas, y no al revés. “En el siglo XIX se da lo que Gilles Lipovetsky llama la gran renuncia masculina: el hombre cede todas sus tipologías recargadas y bellas a las mujeres, para volverse austero. Recién en los ‘60, con Pierre Cardin, el hombre recupera la fantasía en el vestir, aunque limitada: no puede invadir esa zona creativa de la alta costura”, dice Doria. Y continúa: “En los ‘60, a pesar de que se mezclaban las características tipológicas de las prendas, todavía se podían ver las características de género. A fines de los ‘80 y los ‘90 en la pasarela se fusionan las tipologías y los géneros. Se conoció esa época como la de la ambigüedad sexual”. Y eso que empezó tibiamente décadas atrás, se visibiliza hoy. “Casi de forma natural, se ha abierto el pasaje del hombre a la fantasía: desde hace un tiempo ‘ellos’ se apropian de tipologías que venían siendo femeninas”, aporta Doria.
Así como en un momento las mujeres nos apropiamos de las corbatas, de los smokings, de los pantalones sastre, de los jeans de los varones (hábito al que se lo bautizó “boyfriend jeans”), borrando nuestras curvas; hoy sucede el movimiento inverso: los varones usan chupines, camisas entalladas, make-up, accesorios como bolsos, que antes eran ítems femeninos.

El último Fashion Week de Milán dio un paso más: en los desfiles de la primavera-verano que viene, Armani sorprendió con meggings (leggings para hombres) y monokinis (bikinis para hombres); Dolce & Gabbana mostró prendas con estampados florales; Vivienne Westwood, una línea de collares para ellos; y Calvin Klein, tops cortos que dejan el ombligo masculino al aire.
Si queremos buscar explicaciones, hay que decir que estos cambios han sido posibles debido a varios factores. Desde lo social, Mariela Mociulsky, directora de Trendsity, lo atribuye a la indefinición que trajo consigo la postmodernidad. “La aparición de signos más ambiguos definen nuestro tiempo de fronteras porosas. La indefinición y la falta de certezas se reflejan en los estilos de vida, de trabajo, de familias, y en muchos productos y servicios, pero también en el mundo de la moda, cuya oferta se va desarrollando al compás de esta tendencia”. Y en este marco donde los estereotipos se cuestionan, las identidades se redefinen. “Quedan atrás los ordenamientos sociales basados en las diferencias culturales de sexo. Hoy hay ruptura de los estereotipos y los roles de género son cada vez más ambiguos”, analiza Mociulsky.

Además de las transformaciones sociales, está el cambio que los cuerpos –dietas, cirugías y gimnasios mediante– han tenido en estas últimas décadas. “El ideal del cuerpo femenino actual es atlético, muy alejado de las caderas anchas y pechos de amamantar como lo muestran las Venus del paleolítico. Mientras tanto, emerge un cuerpo masculino andrógino cuya belleza está en las antípodas de la virilidad”, apunta Anne Hollander, historiadora de la moda, en Sensualidad Generalizada, un texto publicado en 100.000 años de Belleza. Según sugiere Hollander, mientras más elementos femeninos se le agreguen a la prenda masculina, más efectos andróginos producirá. Hay informes que indican que las publicidades de productos de moda femeninos, también comunican al público homosexual, metrosexual, übersexual (un metrosexual más viril), gay, transexual.
Pero atención que todo esto no supone que toda la moda actual sea andrógina, unisex o travestida. Hoy, lo totalmente opuesto también se impone. “Mientras en los hombres se verifica esta ironía lúdica de apropiarse de otros cuerpos, las mujeres estamos tratando de recuperar nuestro ideal de género, un nuevo lugar para redefinirnos”, reflexiona Doria. Tal vez como necesidad de remarcar límites o por exaltar ‘lo propio femenino’ tradicional es que se entiende la vuelta de las curvas, como se ve en las publicidades de Louis Vuitton, y el furor de las cinturas marcadas, las flores, los volados, los encajes y las puntillas de Chanel y Alberta Ferretti, entre otros. ¿Una contradicción? No, asegura Corvaro: “La pasarela está diciendo que al igual que en la sociedad ya no hay directrices ni dictámenes. Hoy, dentro del marco regulatorio que supone la moda, hay estilos, hay looks, multiplicidad de alternativas... Y vos optás”.

EL REINO DE LA PLURALIDAD. En las obras de Valérie Belin o en las de Michael Najjar dicen que es posible entrever lo que vendrá. En ellas sobrevuela toda la imaginería tantas veces escrita sobre “el tercer sexo” o los hermafroditas deseados por los griegos. Ellos navegan en un mundo donde las fronteras de género, tal como las hemos conocido, se borran por completo. “Los híbridos liberados de su género biológico podrán intentar su propia definición de belleza”, apuntan la etnóloga Elisabeth Azoulay y la filósofa Françoise Gaillard en Mona Lisa y yo, otro de los textos de 100.000 años de Belleza.
Varios son los actores que tanto a investigadores como artistas los han llevado a pensar cómo será el futuro de los seres humanos. La primera tiene que ver con lo demográfico: para el año 2050, el 70% de la población mundial vivirá en ciudades. Esto implicará –apuntan Azoulay y Gaillard– la visibilización de las minorías y sus estilos de vida diferentes: aparecerán nuevos cánones de belleza y vestimentas de forma impredecible, incontrolable y convivirán como resultado de su pluralidad.
La otra tiene que ver con la tecnociencia: en un mundo donde se promueva la libertad individual, los seres humanos podrán –gracias a la tecnología (clonación, reproducción asistida, implantes, cirugías)– no sólo superar las barreras de la edad. El reino de la hiperhibridación y de la híperindividualidad, será también el reino de lo que el sociólogo francés Philippe Liotard llama el do-it-yourselfaesthetics. Esto es: cada uno podrá armar la apariencia que desee a la carta, redefiniendo el concepto de lo que es estético o no, de lo que es bello o no. En este escenario la vestimenta no sólo será un envoltorio altamente tecnológico de lo que tal vez seamos; será, tal vez, reflejo de la pluralidad y la flexibilidad que estamos comenzando a transitar.

FUENTE: Para Ti Colecciones.

Vi esta nota en la revista y la verdad que me pareció muy interesante y dije lo tengo que poner en el blog, porque seguramente todos los que estamos interesados en el mundo de la moda podemos ver con toda razón que eso sucede y seguirá siendo así, la moda sin genero. Que para mi tiene cosas buenas y cosas malas..

lunes, 19 de julio de 2010

Ética del vestido del siglo XXI

Cómo influyen ecología, redes sociales y crisis internacional en un vestuario que –según la autora de esta nota– asume su conciencia social y empieza a ser imaginado "para un cuerpo humano real".
Por: Susana Saulquin

Sabemos que el fenómeno de la moda es una lógica social que apareció en un determinado momento del siglo XIV. A partir de entonces, una ordenada evolución de las formas del vestir, iba adaptándose al compás de las necesidades que marcaban las ideologías de cada etapa histórica. Así, los códigos de seducción, rivalidad, competencia y distinción se aprendieron desde el comienzo de la Era Moderna, se ejercitaron en la modernidad y se convirtieron en un masivo emblema de la posmodernidad. Después de atravesar 600 años de vigencia, el sistema de la moda como parte integral de un contexto social de grandes transformaciones en todos los órdenes, está abandonando por innecesarias las pautas que lo sustentaban. Durante todo el siglo XX, la moda que había sido funcional para una ideología que enfatizaba la obsesión de la producción y el consumismo mostraba algunas características propias: impulsaba el consumo máximo, descreía de las identidades culturales y homogeneizaba objetos, cuerpos e imágenes. Pero sobre todo, para poder producir y reproducir sus prendas, la moda acataba puntualmente los mandatos de las tendencias que fijaban los especialistas en los centros productores de significados, uniformando para cada temporada, formas, colores y texturas. Este proceso tuvo su primer punto de inflexión internacional con la caída de las torres gemelas en 2001 y, a nivel nacional, con la crisis en diciembre del mismo año. La gran conmoción ocurrida a partir de entonces, condicionó la nueva manera de percibir el mundo y tuvo su inmediata respuesta en el universo de las modas, que comienza a diversificarse en varias direcciones. La más importante de esas perspectivas es la que responde al cuidado de los recursos naturales con producciones que contemplen la ética (reciclado y recuperación), como también los recursos humanos (comercio justo). Ajustarse a estos principios, que responden a criterios de calidad y respeto para todos los participantes en la cadena de valor textil, es un primer paso hacia la estabilidad de las prendas y hacia la incorporación de diseñadores y productores independientes, aunque con ello se produzca en una primera etapa un desequilibrio entre precio y calidad. Como la producción de prendas éticas resulta incompatible en una economía de masas, es muy posible que la variable de ajuste sea el desprestigio y rechazo a toda producción no responsable. En tal sentido se están multiplicando ejemplos de prendas diseñadas con conciencia social, que pueden ser recicladas y reutilizadas y que son la avanzada evidente de la toma de conciencia de una nueva realidad. Así, la nueva marca Sr Amor presentada en junio de este año cuando unieron su acción el Ejército de Salvación y JWT Argentina, con algunos de los más reconocidos diseñadores como Mariano Toledo, Pablo Ramírez, Hermanos Estebecorena, Martín Churba y 12NA, es una acción impensable hasta hace muy poco tiempo. Ellos revalorizaron las prendas usadas en otros tiempos y donadas a la institución benéfica. Si hasta ahora la Alta Costura marcaba solamente la jerarquía de la posición social, con creaciones únicas confeccionadas con recursos de alto valor económico, en la actualidad es capaz de abrirse hacia nuevas formas que destacan valores de creatividad a partir de reciclados y recuperaciones del pasado. Por eso resulta imprescindible reactualizar el significado de la experiencia del lujo como un poder transformador, a partir del goce de los sentidos y la conexión con los estados de ánimo, en una aventura de refinamiento y exquisitez espiritual. Desde esta óptica el nuevo lujo podrá muy bien estar representado por productos diseñados bajo el paraguas de conceptos éticos. Entre las causas más visibles de la desarticulación de los comportamientos masivos y las modas unificadas, se cuentan las nuevas tecnologías que en la actualidad impulsan transformaciones en las relaciones entre las personas. El crecimiento acelerado de las redes sociales, especialmente a partir del uso de Facebook y Twitter, está imponiendo una manera alternativa de presentarse frente al otro. Las estéticas preferidas y comunicadas en los blogs en acelerada velocidad permiten que sean las personas cada vez más alérgicas a los autoritarismos las que estén armando su propia síntesis. Más que las modas impuestas por canales tradicionales, son las tendencias que se incuban en las redes sociales las que juegan un rol en la difusión de las innovaciones. Las fuertes influencias en la estética actual también surgen desde las tribus urbanas que son muy monitoreadas por los jóvenes diseñadores, entre ellos los Otaku (una de las divisiones de la tribu Friky), amantes del animé y de todo lo japonés, que usan pantalones de corte oriental y camisas de manga corta sobre otra de manga larga cerrada hasta el cuello, anteojos y pelo largo y nada prolijo. Pero son los Freegans los que están alineados a la tendencia actual porque son partidarios de la recuperación de materiales para su reutilización. Como son amantes del reciclado adaptan lo que encuentran a su propio estilo. Por eso se espera que como consecuencia de estas críticas transformaciones las nuevas formas de vestir sumen funcionalidad a la practicidad, atiendan al cuerpo humano real, utilicen no sólo los nuevos materiales sino también los naturales y contemplen la relación entre la naturaleza ambiental y la humana. Otra de las importantes líneas hacia las formas de vestir del futuro son las prendas interactivas con adelantos tecnológicos incorporados. Estas vestimentas realizadas con nuevos materiales tienen la capacidad de tomar las informaciones del medio externo, para responder de manera eficiente y desarrollar las funciones para las cuales fueron creadas. La ropa deportiva electrónica con sensores biométricos integrados que miden la presión y la temperatura del cuerpo: prendas para los amantes del snowboard equipadas con pases electrónicos de ski, radio, posicionamiento satelital y sensores de temperatura. Un sensor en la espalda de una chaqueta realizada por Philips indica si otro esquiador o snowboarder está demasiado cerca, prendiendo una mano indicadora con luces en la espalda para avisar. Las aplicaciones son múltiples y se irán lentamente incorporando a la vida cotidiana como las prendas y carpas realizadas con materiales antimosquitos o la ropa de cama y para dormir con somníferos incorporados en sus fibras que facilitan el descanso sin tener necesidad de tomar medicamentos.En este contexto ¿cuál será el lugar del mítico jeans? Como prenda emblemática de la sociedad industrial, el jeans ha llegado con la cultura de masas a su máximo poder porque es el reflejo de todas sus estrategias. Formas homogéneas, medidas estandarizadas, ideal democratizador porque llega a todos los segmentos sociales y simplificación del estilo: está cruzado por tantos códigos sociales que superponen sus significados, y por eso es multifacético. Con la pérdida de importancia de lo masivo, se evidencia un cambio en la manera en que las personas se relacionan con los objetos que las rodean. Entonces, resulta natural pensar que esta diferente percepción se transfiera a la relación con los jeans que desde ahora serán visualizados ya no como prendas capaces de hacerlas únicas sino como una prenda funcional más. Una vez más, las transformaciones socioculturales le dictan a la moda sus propias condiciones, que deberá evolucionar hacia nuevas formas a partir de los cambios radicales en los seres humanos. La trama de los nuevos comportamientos que son bien evidentes, marcan un rumbo hacia la creatividad de las personas, no ya por tendencias impuestas por las modas sino por una libertad de recombinación que al desdibujar controles y disciplinas, acepta la diversidad que se irá transformando en la huella de la identidad. Es muy posible entonces que la moda pueda mostrar la suficiente madurez y adaptabilidad para evolucionar a un nuevo estadio, reactualizando y resignificando el estimulante juego de las apariencias.
Fuente: Diario Clarin